jueves, 2 de octubre de 2014

Un poema de Pilar Riveros de Nacimiento- Chile

LAS HORAS

Las horas agónicas se pasean derretidas y oníricas
en la memoria de relojes amoldados
que pesan y censuran el pecado
y hace efímera la felicidad.
Relojes volando
con horas enceguecidas
triturando las arterias.
¡Ay! Si se pudiera
estirar las horas de las ansias en la arena
con las manos contagiadas de reservas luminosas
¡Ay! si pudiera dentro del alba
Socavar la dentellada del océano.
Descarnado va el verbo desprovisto de sustancia
en el fierro candente que hiere los silencios
marcan horas como sinuosas carreteras
acomodadas al vaivén de los ahorcados.
Como si fuera dictadura
desde el inicial instante marca minutos
y la autoridad del genio se hace picadillo
ante el cálculo de los funcionarios de escritorio
perentorias cigarras y su melodía putrefacta
indolente ante la necesidad del hundido
que brega a pala la tierra de sus estanques
y así se derrumban los incendios
quejidos y estertores les suceden.
No hay consistencia en estas horas
en donde la rutina se despelleja y
las culebras crían alas
y
las vísceras van creciendo en ligamentos
y
 la sangre se congela condenada y azul.
Los relojes derretidos y los deseos
de la calentura de nosotros los calientes
sellan el podrido segundo
de la vida y su rutina
O,
graban mariposas encendidas
en el arte de los amantes escondidos.
Moscas y hormigas anidan las manos planas
incapaces de esconder los suspiros
que carcomen a los agrietados soñadores.