martes, 27 de enero de 2015

Yo amo mi Barrio Chino de Lorena Rioseco Palacios

 Yo amo mi Barrio Chino



Era de noche, se oían a lo lejos las campadas de la gran iglesia de los banqueros y latifundistas y yo pensaba: Este pueblo está lleno de rarezas, los buenos son malos y los malos buenos en mi barrio, bastante desprestigiado por lo demás, si hasta le inventaron un nombre ¨Barrio rojo¨, si en este país hasta para ser pobre hay que pedir permiso. Recuerdo el año pasado justo antes de las elecciones,  ¡Cuánto se nos prometió! En especial el resguardo policial dado que a dos cuadras de mi choza se agarró la pandilla de los travestis con la de las prostitutas que bien ganada tienen su esquina, como decía la Joselyn, una chica de la noche, el tiempo y el prestigio de esta esquina se lo dimos nosotras,  no esos hombres vestidos de mujer. La verdad no corrió tanta sangre, la Loli la más cotizada de los travestis casi perdió sus archi embetunados ojos de pestaña de muñeca antigua, que parecen parabrisas, cada cual es objeto de ser descrito, la Washa es la más respetada de los travestis, no sólo por su cara de guaipe arrugado, sino por sus años como profesional del combate sexual, dicen las malas lenguas que el grupo de chicas de este bando son bastante dominantes con sus clientes, siempre andan con sus carteras abultadas, ahí deben traer sus esposas y todas las rarezas pensables, tal vez eso buscan los hombres ¨encuentros sado masoquistas”, bien degenerados, esa es la razón por la cual al descuido y cesantía de las prostitutas, los travestis hicieron soberanía en la manzana 666, su alta demanda en el mercado sexual las llevó a subir sus tarifas y como se precian de que ¨le subieron el pelaje al barrio rojo¨, lo cual en cierto sentido es verdad, si ustedes vieran los autazos que se cunetean para ver a cada una de ellas/os (algunas parecen mujeres, otras se ven muy otros, jajaja), empieza el show, se presentan, levantan polleras con colaless, muchas se han inyectado silicona industrial para lucir unos pseudo senos con grandes protuberancias, bueno eso no es impedimento, su público objetivo se derrite con todo lo pintoresco de sus estucadas, vestimenta, pelucas, tacones, etc. etc.
Yo veo desde mi ventana, de lejos pero bien despierta, mi propia película triple X todas las noches, no me la pierdo, por eso me gusta mi China Town, porque hay vida, da gusto vivir en un barrio discriminado y poner espejos para mostrar al hombre proveedor de la clase pudiente, ese que se persigna y saluda a su mujer con un ¨buenos días amor, ¿me harías el favor de llamar a la empleada?, disculpa, María de los Ángeles, ¿cuál es el nombre de esta china nueva?¨, contesta su mujer con el hocico fruncido: ¡Ay gordo! es un nombre atroz de picante, que se me olvidó, por supuesto, se lo cambié, en esta casa se llama Paola, afuera está, entre su chusma y que la llamen como le dé la gana, aquí no.
Así son los pijes, doble estándar le dicen, yo no cambio mi gente, aunque sean traficantes como el Manchao, son gente de esfuerzo y las chiquillas las de aquí y las de allá mueven la culebra y yo siempre observo con orgullo como mi Barrio atrae hasta turistas. Mi territorio es rojo, tiene nombre y apellido, así nadie puede decir que es un barrio de malnacidos, somos gente humilde y emprendedora, es cosa de ver los locales comerciales, que buen trabajo han dado a varios vecinos gracias a la obra del cojo Pablo, el traficante más respetado, quién creó una bolsa de empleo de distribución de cocaína, marihuana y pasta por toda la capital, así es mi barrio pura savia nueva. ¡Este es mi Chile mierda!

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