LAS HORAS
Las horas agónicas se
pasean derretidas y oníricas
en la memoria de
relojes amoldados
que pesan y censuran
el pecado
y hace efímera la
felicidad.
Relojes volando
con horas
enceguecidas
triturando las
arterias.
¡Ay! Si se pudiera
estirar las horas de
las ansias en la arena
con las manos
contagiadas de reservas luminosas
¡Ay! si pudiera
dentro del alba
Socavar la dentellada
del océano.
Descarnado va el
verbo desprovisto de sustancia
en el fierro candente
que hiere los silencios
marcan horas como
sinuosas carreteras
acomodadas al vaivén
de los ahorcados.
Como si fuera
dictadura
desde el inicial instante
marca minutos
y la autoridad del
genio se hace picadillo
ante el cálculo de
los funcionarios de escritorio
perentorias cigarras
y su melodía putrefacta
indolente ante la
necesidad del hundido
que brega a pala la
tierra de sus estanques
y así se derrumban
los incendios
quejidos y estertores
les suceden.
No hay consistencia
en estas horas
en donde la rutina se
despelleja y
las culebras crían
alas
y
las vísceras van
creciendo en ligamentos
y
la sangre se
congela condenada y azul.
Los relojes
derretidos y los deseos
de la calentura de
nosotros los calientes
sellan el podrido
segundo
de la vida y su
rutina
O,
graban mariposas
encendidas
en el arte de los
amantes escondidos.
Moscas y hormigas
anidan las manos planas
incapaces de esconder
los suspiros
que carcomen a los
agrietados soñadores.
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