viernes, 25 de septiembre de 2015

EL NUEVO PROFESIONAL por Christian


¿Cómo hacer que puedan freír más rápido? Hay carne molida de sobra. El cocinero trata de apurarse. La cocina está como horno. Desde afuera se ven los inmensos calderones con el aceite hirviendo, tan grandes como tinajas de campo. No entiendo por qué el aceite se mueve tanto, como si pudiera darse vuelta y quemarnos a todos. Tanto tumulto de colosales ollones y el cocinero revuelve con una pequeña espumadera y saca lentamente unas pocas albóndigas chorreantes de aceite. Una cosecha minúscula en proporción al tamaño de los calderos y la cantidad de aceite. Hay mucho desorden, realmente la empresa proyecta una imagen que no es real.
Creo que el nuevo profesional se va a decepcionar. Todavía no hablamos el tema de cuántas albóndigas fritas le podemos ofrecer, tengo miedo de que ni siquiera imagine todo lo que cuesta producirlas. Parece ser de esa clase de persona que pone sus condiciones y si no se hace lo que él quiere, se da media vuelta y se va. Logro que nos alejemos de la cocina y tácitamente postergamos la inevitable discusión sobre su futura remuneración, pero quedo temiendo que me arrepentiré de no haber dejado claras las condiciones desde el primer momento. Subimos en ascensor a los pisos altos. Aquí me relajo un poco, es un ambiente que seduce a cualquiera, con mucho vidrio, muebles modernos, grandes espacios y lo mejor de todo, la vista del mar justo adelante. La orilla está llena de gente, algunos se bañan, pero el mar está increíblemente furioso. Justo al frente están seis profesionales jóvenes de la empresa nadando, no entiendo por qué en horario de oficina y lo que más me sorprende es el profesional nuevo  que los saluda con la mano como si los conociera. Estamos en un piso 10 y sin embargo se distingue perfectamente la cara de los que están allá abajo en el mar. Me avergüenzo de las payasadas que hacen los seis en el agua y preferiría que nadie se dé cuenta que son de la empresa. Pero ellos se sienten observados y se colocan en fila para enfrentar una ola gigante. Repiten la gracia como tres veces, con olas grandes, que yo nunca había visto. Traté de mirar la base del edificio para ver si el agua golpeaba las ventanas y me pareció que estábamos en serio peligro. La siguiente ola, en lugar de enfrentarla en contra, por una increíble estupidez humana, la montaron como para avanzar con ella, con el rompiente. Todos nos acercamos al ventanal para ver qué pasaba pero no se veía nadie ni parecía posible que alguien estuviera vivo entre todos los restos y maderas que se agitaban con violencia entre las aguas.

No pude seguir mirando, corrí a la cocina para ver si por lo menos iba a ser posible ofrecer al nuevo profesional los fritos que correspondían al sueldo de los que estaban muriendo. Pero el agua había entrado y todo era un infierno de llamas que chisporroteaban sobre el agua. El cocinero actuaba como si tuviera todo bajo control, con sus gafas puestas, y apenas un poco más colorado de cara que lo habitual. Las llamas impedían acercarme lo suficiente para preguntarle algo o sacarlo de su indolencia. No tengo claro qué pasará si el profesional nuevo no acepta quedarse, es increíble que una empresa como esta tenga el futuro pendiendo de un cocinero así. Yo mismo he tenido que quejarme algunas veces porque mi pago ha llegado a medio freír y para qué decir el tamaño de cada albóndiga. Tanto lujo y apariencia y fallamos en lo elemental. Creo que el nuevo ya decidió lo que le conviene.

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