jueves, 4 de diciembre de 2014

Mi peregrinación -Christian


Vano avance de los tiempos, que en el fondo nada cambian.
Así como los lugares, las épocas permanecen y repiten su regreso.
Las personas, como puntos, viven sus predeterminadas existencias
y recorren los predecibles lugares con la ilusión de la aventura.
Con cuánta frecuencia vemos la viscosa estela de nuestra historia
haciendo notar que otra vez hemos regresado al pasado.

Hay que admitir que el pequeño cambio es necesario y saludable
y que a veces nos aburrimos si no abrimos la ventana.
Los viajes son torrentes de emociones incompletas
que dejan pegada la ingenua ilusión de haber cambiado.
Así hemos recorrido esta improvisada región americana
que intensamente exprime sus baratos sueños y sus noches.

México, capital injusta de variada gente y preciados lugares
espacio interminable donde el poder se oculta a ratos
océano de caras y mensajes contradictorios que salen a la calle
atrayendo y aplastando al viajero que no sabe si ha ganado.
En el corazón del visitante queda un cariño inexplicable,
y borrosos recuerdos como los de un antiguo sueño.

Perú,  virreinato dorado habitado por esclavos y pasado,
noble cementerio de maneras y costumbres ya olvidadas
viejas calles donde habitan caras serias y ojos orientales.
El olor de las comidas saluda al turista en cada esquina
y las grandes historias se van acumulando en la memoria
en gruesa madeja de verdades mezcladas con mentiras.

Argentina, la que nos atrae y nos humilla por grandiosa,
la que con sus dichos nos sorprende y nos da risa
El lugar donde cada persona es un estado sin gobierno
y donde la verdad, por omisión puede ser deducida.
La huella en el viajero parece ser la paradoja
que lo grande puede ser pequeño y todo lo contrario.

Hay tantos lugares y tantas pequeñas almas existiendo
Como luces que titilan en galaxias que aparecen y se van
Que cada una es igual, no importa cuánto brille, si se va.

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