POESÍA NEGRA
¿Cuándo será el día
en que los días
no se parezcan a otro día?
¿Cuándo encontraré otra vida
para entrar en ella sin
saber el resultado?
¿Cuándo pasará algo
digno de ser contado?
Parece que todo parece,
que las ideas son ilusiones
que no importa si estamos.
Le ponemos nombre a las cosas
para creer que son reales
y usamos nombre propio
como si de algo sirviera.
Pepe era un hombre feliz. Con
frecuencia sacaba a su mujer de los quehaceres de la casa y salía con ella y
los niños a la calle o al parque. La señora los disfrutaba por un rato pero no
podía dejar de pensar en lo que había por hacer en casa, donde para ella todo
estaba pendiente y a punto de causar una catástrofe. Para Pepe en cambio las
cosas estaban siempre bien, excepto por instantes, cuando una invitación o la
enfermedad de alguno de los niños le hacía notar que su situación económica era
precaria. Pero esos sentimientos eran prontamente superados ante la menor señal
de esperanza.
Si la familia era importante para
Pepe, su trabajo lo era aún más. No era un empleo cualquiera sino un desafío
nuevo cada día, un universo por descubrir cada semana. La revista se imprimía
los viernes y a veces ocurría que era jueves y Pepe aún no terminaba de dibujar
la historieta. De hecho, a veces ni siquiera había logrado decidir el guión y
quedaban menos de 24 horas para el plazo fatal en que la imprenta tenía que
empezar a rodar. Pero de algún modo, la tarea siempre se lograba, aun cuando en
ocasiones se entregaba las últimas páginas de la historia cuando las primeras
ya estaban impresas, lo cual causaba mucha molestia en el editor jefe. El tema
siempre salía a colación cuando se discutían los aumentos de sueldo y Pepe
prometía ser más previsor en el futuro.
Una vez al año, en Diciembre, se
imprimía un número especial con 40 páginas en lugar de las habituales 20 y con
una historia más espectacular. Pero Pepe, ocupado siempre en la creación de sus
historias y el empeño de dibujarlas lo mejor posible, no se dio cuenta de nada
hasta que llegó el implacable jueves. Por suerte ocurrió que en un pasillo, el
jefe de otra sección le preguntó al editor jefe que cómo venía el número especial
de mañana. La pregunta fue contestada con una sonrisa cómplice dirigida a Pepe
y los dos jefes entraron a una de las oficinas. Pepe sintió un estruendo en su
cabeza y comenzaron a mezclarse en su mente imágenes erráticas de los
personajes que había estado creando. Le vino la certeza de que se venía una
tragedia que acabaría con la vida a la que estaba acostumbrado. Su aturdimiento
era tan grande que en lugar de ponerse a trabajar, salió a la calle y se trató
de calmar. Como no resultó, volvió a la oficina tratando de no ser visto, cerró
su puerta y se desplomó en su silla con la mente en blanco. Temía que alguien
entrara a preguntar detalles y descubriera la verdad. Temía que la confianza
ganada en tantos años se perdiera en un instante para siempre. Temía que el
editor jefe confirmara que existía otro mejor para su puesto. Incluso temía que
cerraran la revista para cambiar a otro tipo de publicación más rentable.
Cuando disminuyó el ruido y muchas
luces se apagaron pudo calmarse y decidió comenzar una nueva historieta porque
las que había esbozado no estaban a la altura de un número especial. Necesitaba
un personaje más real que los que había estado probando. Después de mucho rato
concentrado sintió que el cuerpo se le aplanaba y las cosas de la oficina se
dibujaban sobre las paredes y le ocurrían cosas increíbles. Parecía estar
ocurriendo lo que más de una vez había imaginado como tema de una historieta, en
que personajes reales se transformaban en dibujos.
Incluso pudo notar que sus
pensamientos aparecían escritos encima y jugó un rato con ello: “Debo salvar al
mundo…” decía un letrero blanco sobre su cabeza mientras que su capa roja se
extendía hacia atrás. Un instante después estaba volando muy alto y en el suelo
aparecía la pequeña figura de una muchacha pidiendo ayuda. Acto seguido, se
veía a la joven en detalle y dos hombres de gafas la rodeaban decidiendo su
destino. Un letrero expresaba un gemido saliendo de la boca de la chica...
Eran las 9 en punto de la mañana
cuando el editor jefe entró a la oficina vacía de Pepe y se puso a examinar
mecánicamente las 40 hojas que encontró sobre el escritorio. Al concluir su
revisión, su amplia sonrisa denotó que el número especial sería un éxito. Pero
nadie ha vuelto a ver a Pepe.
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