Ejercicio 1
El objeto.
Con su forma improbable y sus duras prolongaciones, esa creación tan
fuerte y liviana desafía al entendimiento porque nadie pensaría en construir
algo así. Faltaría una razón, ni siquiera el capricho bastaría. El sonido de
tiza que produce su tacto aumenta la sorpresa, porque es a la vez blando y
duro. Hay personas que como ese objeto, tienen puntas que toman por sorpresa a
quien se acerca. Son defensas que parecen sin sentido, resabios de peligros ya
obsoletos.
Ejercicio 2
SE PASÓ UNA
HORA BUSCANDO EL CALCETÍN ROJO
1.
La pobre Nana, culpada de
robarlo
2.
La madrastra, quien se empeñaba
en demostrar su habilidad doméstica para con la hija de su nuevo marido
3.
El arrepentido borracho que aún
no puede devolver el disfraz de diablo que arrendó
4.
El niño castigado sin salir
hasta que aparezca la prenda con que hizo su obra de títeres
5.
La loca obsesiva que necesitaba
dar color a su pie izquierdo.
La historia.
El calcetín rojo
¡Qué noche! Si bien Carlos no pudo recordar todo lo ocurrido, está
claro que en su vida no abundan las emociones tan intensas y los desbordes tan
generosos como los ocurridos en la fiesta de año nuevo. Lo de los disfraces, al
principio le pareció una lata, una imposición molesta que por un rato es
simpática pero que termina incomodando. Para colmo, de lo que pudo encontrar en
la tienda, solo ese disfraz de diablo le pareció relativamente aceptable,
aunque demasiado caro. Pensó mucho antes de firmar el famoso contrato de
arriendo y por supuesto que ni leyó las penas del infierno que le caerían ante
el menor daño. Todo salió bien en la fiesta, el disfraz encantó a las traviesas
muchachas que lo tiraban de la cola y que más tarde entraron en mucha
confianza. Después que todo terminó, Carlos pudo llegar a su departamento con
algo de ayuda de la más fresca, juguetona pero no tan bebida de sus amigas.
Durmió muchas horas, hasta que un cacho de seda roja en su ojo le recordó su
compromiso fatal, ya casi vencido en el plazo. Con toda la agilidad que pudo,
con solo una idea clara en su cabeza, comenzó a doblar cada pieza del ajeno
atuendo. Le pareció que algo faltaba y tuvo que repasar varias veces hasta
darse cuenta que el traje original venía con dos calcetines y solo encontraba
uno.Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, hasta que tuvo que preferir una
devolución incompleta antes que duplicar el precio del arriendo. Se aferraba a
la esperanza de que nadie notara un simple calcetín de menos. Llegó corriendo a
la tienda justo antes del cierre. Entregó el paquete sin explicaciones y pidió
con urgencia un baño explicando que ya no aguantaba. El alivio fue doble al
descubrir dónde su pícara amiga había puesto el calcetín.
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